Tengo 26 años y estudio música. Tengo depresión y a veces me preguntan cómo es eso. Acá planeo escribir sobre cómo es mi vida de estudiante, y compartir artículos que encuentre interesantes, para darles una idea de cómo es =)

martes, 29 de septiembre de 2015

Ratitos de estudio, ep. 4: Viernes 28/08

[Sigo con los escritos viejitos que encontré en mi compu. Éste es la continuación de este post de hace un par de días. Es el último de esa seguidilla de tres días.]

Son las 7 de la tarde cuando me siento a estudiar en el piano por primera vez en el día. Ahora que lo escribo, suena bastante triste la frase (debería haberme puesto a estudiar antes, mucho antes; ¿qué hice en todo el día? Ah, cierto: boludear en internet, obvio), pero en el momento en que me senté, estaba un poco contenta de por fin haberme podido sentado a estudiar.

No tengo sueño porque acabo de dormir una bella siesta de casi una hora. Genial, el factor sueño no será un tema, como ayer. Pongo la alarma a las 7:30. Mientras lo hago pienso que no tengo que sentirme derrotada si no logro hacer la media hora de un tirón; es una referencia, nada más.

Elijo otra vez a Schumann. Me concentro otra vez en tocar mezzoforte con la mano derecha y pianissimo con la izquierda, o al menos eso es lo que tengo que intentar. La mejoría es muuuy leve. Me cuesta mucho no golpear las teclas con la mano izquierda con bronca. Yerro notas por doquier, pero trato de que no me afecte. Estoy haciendo otra cosa ahora: estoy buscando tocar una mano más fuerte que la otra. No me estoy concentrando en notas, me digo a mí misma. Se me vienen a la mente espectadores, gente imaginaria diciéndome que estoy mal sentada, que lo que suena no tiene vida ni matices, etc. Trato de no prestarles atención. Creo que es la depresión, poniéndose máscaras de gente que no existe. Estoy trabajando la diferencia entre las dos manos, me repito a mí misma. No importan las pifiadas de dedos.

Este asunto de estar imaginando cosas y callándolas y recibiendo críticas propias y callándolas y tratando de sacarse todas las pelotudeces de la cabeza y espantando pensamientos feos como si fueran mosquitos… se puede hacer. Bah, al menos yo, en este momento, puedo hacerlo. Pero tiene un costo: el cansancio. Cuando viene un pensamiento, lo espanto, pero enseguida es reemplazado por el siguiente:

- Era Re.
- No importa.
(Sigo.)
- La mano izquierda muy fuerte.
- Bueno, la próxima frase saldrá mejor.
(Sigo.)
- Estás mal sentada.
(Lo corrijo; sigo.)
- No, era Mi. Esta es la segunda vuelta.
(Sigo.)
- La mano derecha está tensa.
(La corrijo; sigo.)

Es como espantar un mosquito y que enseguida nomás venga otro y lo espantes y viene otro y lo sacás y viene otro y lo echás y… tarde o temprano vas a terminar podrida. Se pueden ignorar, se pueden espantar estos pensamientos. Pero siempre vuelve otro y el hecho de tener que echarlos es un desgaste energético. Y si no los echo, me viene el bajón por estar tocando tan, tan mal. Tengo que echarlos (es decir, ignorarlos) porque si los escucho, me destruyen.

Unos 10 minutos después (los miro en el celu), cambio de obra y voy con Czerny. La mano izquierda, perfecta. Cómoda y relajada, parece estar contenta con lo que toca. La derecha, en cambio, no está contenta. Se la ve tensa e incómoda. Miro las manos, las comparo. Pienso qué tiene una que le falta a la otra. Con las manos quietas, comparo la posición, trato de ver qué está mal con la derecha. Tanteo con una mano el peso de la otra. La derecha, no me sorprende, está como reteniendo el peso. Empiezo a moverme en la silla y trato de ver si estoy bien sentada. Todavía no encuentro mi postura cómoda para tocar. ¿Estoy muy alta? ¿Muy baja? Aquí los brazos parecen cómodos, pero las piernas no me llegan al piso… Corro la silla giratoria de oficina y la pata se engancha con una alfombra pequeña que está en el camino. Nota mental: decirle al Ruludo que la saque cuando venga. Pienso en sacarla yo ahora, pero no, perdería tiempo. Sigo.

Para las 7:23, estoy agotada, y aparecen los primeros síntomas de angustia. Elijo levantarme y venir a escribir y distraerme. Hice 20 minutos. Estoy conforme con haber hecho algo. Ahora cuando venga el Ruludo vamos a merendar juntos. Me voy a tomar un rico mate cocido con un gran pedazo de bizcochuelo, lleno de dulce de leche. Sonrío =)

lunes, 28 de septiembre de 2015

Ejemplo de un episodio depresivo (Martes 22/09)


Día muy muy nublado.
Fracaso al intentar estudiar.
Deseo de quedarme en casa.
Mi reflejo en el celular. Soy fea, feísima.
Whatsapp con mi novio.
Incomprensión.
Malos entendidos.
Lectura de un estado en Facebook
(que lleva a)
Lectura de una noticia policial horrible.
Lapicera negra. No anda. Otra. Otra.
Tinta en las muñecas, formando palabras y formas.
Búsqueda en Google: “how to cut yourself”.
“Self harm”. “Eating disorders”.
Búsqueda de objetos cortopunzantes.
Le tengo fobia a la sangre.
Alcohol en la punta del cutter y en la punta de un alfiler.
Imposibilidad de usarlos en mi cuerpo.
Intento de levantar la primera capa de piel con el alfiler.
El alfiler no tiene suficiente punta.
El cutter se ve muy amenazante.
Más tinta. Más dibujos y palabras.
En mi mano dice: HELP. PLEASE HELP
Apertura del botiquín.
Caja de clonazepam caída al piso. Paja de levantarla.
Una caja de pregabalina.
No es la que está abierta.
La otra, entonces.
Cápsula mordida en los extremos. Luego abandonada en la mesa.
Más tinta en las manos.
Manos entre el cabello midiendo su largo.
Evaluación de modos de raparme.
Veo el cabello reflejado en la notebook.
Mi cabello es hermoso. No quiero cortarlo.
Peinado para un lado, peinado para el otro.
Tinta en las manos.
La canción de Cheburashka en la flauta.
Muy lento.
Sólo la primera estrofa.
La escala en la que está. Arriba y abajo.
Pregabalina: la pastilla de la mesa.
Pastilla abierta. Polvo en la mesa.
Curiosidad y asombro ante la cantidad.
La mitad de la cápsula envoltorio se rompe.
Otra pastilla. Esta va adentro, con agua.
El polvo en la mesa parece harina.
Como cuando uno cocina.
Es lindo.
Un dedo patea la media cápsula envoltorio al piso.
Y la otra.
Luego patea el polvo al aire.
Bizcochitos de grasa.
Uno, otro, chomp, chomp…
Computadora. Relato.
Mano, brazo. Lavatorio, agua, jabón.
Mucha tinta borrada.
Frío. Tengo frío.
Bizcochos.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Ratitos de estudio, Ep. 3: Jueves 27/08

[Sigo con los escritos que encontré en un Word, escritos un mes atrás. Relatan ratitos de estudio y los pensamientos que me disparan. Esto sucedió al día siguiente de lo que conté en un post anterior.]


Hoy estudio piano primero. Acomodo la silla y pongo la alarma en el celular para que suene dentro de 30 minutos. Como ayer estuve con el 17 de Bartok, ahora para variar un poco y no cansarme elijo el Schumann. En este tengo que practicar específicamente tocar con la mano derecha más fuerte que con la izquierda.

Juego con los ajustes del peso de las teclas, eligiendo uno que, justamente, hace sonar más fuerte las teclas graves con muy poco peso de las manos. Intento. Menos de dos minutos después, ya empieza el mortal aburrimiento. Decir que odio esta obra capaz que es medio extremo. Pero realmente mucho cariño no le tengo. Nunca me movió exageradamente el piso (la elegí porque era la más fácil, con toda la mano izquierda escrita en clave de Sol), pero he pasado tantos malos ratos estudiándola, que ya le tengo un poco de rechazo. Los malos ratos generalmente se debían a la angustia que me agarra cuando estudio. Un poco antes y durante las vacaciones estuve en la etapa de aprender notas: me costó porque era lo más complejo que tuve que tocar hasta ahora, pero también es muy repetitiva, así que no tuve que memorizar tanto. Pero igual la pasé mal cada vez que pifiaba una nota. Era muy aburrido y frustrante. Entonces buscaba otras obras que también tuviera que hacer… pero más o menos todas me tienen en el mismo nivel de “qué aburrido, no quiero tocar más esto”. Lo bonito del caso es que todas me gustan, más o menos, cuando recién las conozco. Es después de pasar horas tratando de descifrarlas que les empiezo a perder el gusto. Son como esas canciones de la radio que pasan toooodos los días hasta que no las querés escuchar más.

Cuando me sobreviene el primer suspiro de angustia y ganas de huir, miro el celular a ver la hora. Desde que empecé a tocar han pasado… 8 minutos.

8 mugrientos minutos.

Mentalmente saco cuentas de cuánto son 8 minutos en relación a 30: 3 x 8 = 24, así que 8 minutos es menos de un tercio, pero más de un cuarto. Me obligo a dejar de pensar en estas pelotudeces y volver a tocar.


Intento la mano derecha sola, tratando de hacer más suaves los finales de frase; practico en la mano izquierda una parte en la que yo ponía la mano de una forma rara y ahora mi profe me la corrigió por algo más natural; practico lo de una mano más fuerte que la otra. Ya no sé qué variaciones hacer para que no me resulte tan tedioso.

El aburrimiento sube, la concentración baja, y empiezo a pifiar notas a lo pavote. Ya venía cometiendo errores de notas, pero ahora se amontonan. Esto me irrita muchísimo. De todos los errores que se pueden cometer, me molesta muchísimo el equivocarme de notas en una obra que ya estudié hasta el cansancio para aprenderme, justamente, las putas notas!!!! Me gustaría trabajar todo el resto en paz sin tener que estar escuchando notas fuera de lugar a cada frase. Pero claro… para eso habría que estar concentrada.

De pronto me quedo quieta y miro la partitura. Por primera vez se me ocurre que no quiero hacer esto. Se me ocurre, de pronto, que quiero ser libre para dibujar, pintar, tomar sol, lavar ropa, navegar en internet, jugar videojuegos, ir a clases de danzas, pintarme las uñas, y lo más gracioso de todo… ¡tocar la flauta!

Pffff- JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA.

Me río para no llorar. Es de lo más irónico que después de hacerme la vida miserable cuando intento tocar la flauta, y cuestionarme si debería dejarla, la depresión ahora me insinúa que debería dejar el piano para, entre otras cosas, tocar la flauta. De pronto el otro instrumento parece fácil y divertido en comparación.


Me suena TAN familiar: conozco las tretas de la depresión. No todas, claro, pero ya de a poquito le voy conociendo el repertorio de guachadas. Una de sus estrategias preferidas es convencerme de que a lo que sea que me estoy dedicando en el momento me gusta, pero no me gusta taaaaaaanto como para dedicarme a eso. Mejor es dedicarme a otro de mis múltiples intereses. Con este engaño, la depresión ha conseguido que yo abandone tres carreras hasta ahora. De a poquito la voy conociendo. Conozco este truco.

Algún día voy a hacer un post relatando mis fracasos académicos. No sé bien para qué. Catarsis, supongo. Lo cierto es que ya tengo vista esta estrategia:

- ¿Te gusta este tema, no? ¡Hacé esta carrera! Ah, pará: se está complicando. Uh, qué embole esto. No está tan buena después de todo. Mucho trabajo para algo que ni siquiera te gusta tanto… No tenés vocación para esto. Mejor hacé esta otra. ¡Qué linda! ¡Esto está bueno! Uh, pará: mucha tarea. No está tan bueno después de todo. ¿Para qué terminarla? Si total no te vas a dedicar a esto…

Que no me joda. Esta vez no le pienso hacer caso. (Bah, tampoco es que antes le haya hecho caso. Más bien, me hizo la vida miserable hasta que me volvió imposible el estudio). Sé que me gusta la música. Desde los 14 años que quiero estudiar música. Y ahora, después de tantas idas y vueltas de la vida, por fin se me da. Tengo la paz y privacidad para estudiar que nunca tuve. Tengo los instrumentos, que elegí porque realmente me gustaban. Tengo profesores que me bancan!!, cosa que todavía no puedo creer lo afortunada que soy de que me hayan tocado profes tan pacientes y comprensivos. Tengo una familia que me re banca, que absolutamente no merezco. ¡Lo tengo todo! Sólo me falta la salud (mental, porque de la otra sí tengo). Pero no quiero dejar que esta enfermedad del orto me vuelva a arrebatar mis sueños. ¡Quiero estudiar! ¡De veras lo quiero! ¡Ánimo!

sábado, 26 de septiembre de 2015

Desesperanza

Estuve escuchando el sonido de la lluvia que sale de mi computadora por casi 45 minutos sin parar. Esto lo hago cuando intento practicar con la flauta. Estuve tratando de hacer escalas, como una especie de precalentamiento. En los 45 minutos, no logré ni siquiera subir hasta las últimas notas que aprendí. Es decir, no logré hacer ni una escala completa.

En 45 minutos.

¿Qué es lo que estuve haciendo entre nota y nota? Bueno, aquí va la lista:

Sintiendo fastidio por el dolor de espalda. Siento que tengo una pesa, de esas de arena, colgada del cuello.
Odiándome un poco.
No soportando cómo sueno en la flauta.
Sintiéndome incómoda; acomodando mi postura, etc.
Mirando mi reflejo en el vidrio de la ventana para ver si estaba derecha.
Tratando de mantener la mirada hacia adelante, y no mirar al piso como es mi tendencia.
Odiando cómo suena todo lo que hago en música: flauta, piano, canto...
Mirando mi imagen en el vidrio y pensando que me veo fea; mi espalda está tan torcida que si me pongo derecha se ve antiestético, y si no estoy derecha me veo... bueno, encorvada, obvio.
Preguntándome si vale la pena tanto esfuerzo, si no voy a fracasar igual que siempre. Es TAN largo el camino. Y estoy fracasando tan estrepitosamente en mis muy humildes objetivos, que mi capacidad de confiar y creer en que voy a lograrlo se va desvaneciendo cada vez más.

Cada día se van achicando mis esperanzas de que esta vez sí voy a poder estudiar, sí voy a poder ser una estudiante normal, por una vez. Hacer una carrera, sin importar si la termino o no, pero sólo eso... estudiar, asistir, practicar. Nada más. No busco títulos, trabajos, ni cosas que parecen fuera de mi alcance. Solamente poder vivir una vida de estudiante, tener la alegría de estar estudiando lo que me gusta.

Mucha gente desearía poder dedicarse a estudiar lo que les gusta, en lugar de tener que ir obligatoriamente a trabajar un montón de horas que no les dejan tiempo para cumplir sus sueños. Y yo acá, tengo la posibilidad de estudiar lo que siempre quise estudiar.

Y no lo estoy disfrutando. Lo estoy sufriendo. Porque parece que no tengo la capacidad de disfrutar de nada.

Hay un montón de cosas que me gustan: los idiomas, la música, el maquillaje, el diseño de indumentaria, las danzas... Pero cada vez que intento estudiar alguna, parece que automáticamente dejaran de gustarme. Parece que no me gustan "tanto" como para estudiarlas, como para dedicarles semejante esfuerzo.

Todo el año estuve repitiéndome a mí misma que es la enfermedad la que hace que no pueda disfrutar de las cosas que me gustan (característica muy común de la depresión), y que si lo sigo intentando, este período bajo va a pasar. Que voy a poder crear un hábito de estudio, que voy a poder avanzar. Que voy a poder disfrutar de tocar.

Pero pasan los días, pasan los meses, y sigo fracasando en mis intentos. Ya se me hace muy difícil creer en todo eso que me digo. Siento que me estoy mintiendo a mí misma, que no hay caso, que alguien como yo, con todos mis rollos y mis mambos y esta puta depresión no puede estudiar, al igual que siempre. Que estoy demasiado dañada, que soy demasiado estúpida, demasiado vaga como para tener éxito. Que debería "dejarme de joder" y ponerme a estudiar, o "dejarme de joder" y buscarme un laburo. Sí, hoy es un día en que pienso como la gente que me lastima. Hoy es un día en que sus voces se hacen realidad en mi cabeza.

Me odio. Realmente me odio. No me soporto. Odio la persona que soy. Pero parece que no tengo fuerzas para convertirme en una persona mejor.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Miércoles gris (26/08/15)


[Encontré en mi compu un par de relatos de días pasados, que aparentemente me olvidé de publicar, como éste, escrito el 26 de agosto. Un día nublado y bajoneante.]


Mi piano es un somnífero. Llevo 15 minutos tocando y ya me agarró un sueño bárbaro.

No sabía bien qué hacer (todas mis pequeñas piezas y estudios fáciles me tienen cansada), así que agarré una pequeña obrita, Bartok 17, sobre la cual estuve trabajando relajar la mano izquierda, que se tensa como una garra en ESA obra en particular; en otras está más relajada. ¿Quién entiende cómo funciona el cerebro? XD

Paro para escribir y hacerme un café. Estoy despierta desde las 7 am, cuando me levanté para ir a clases… y no pude. Ya desde anoche que no quería salir, la idea me disgustaba un montón. Pese a eso me levanté y me empujé a prepararme, pero cuando estaba a medio vestirme me agarró la angustia. Me quedé hecha un bollito en el futón, sobre una almohada, triste, muy triste por no haber podido ir a clases.

Cuando estaba muy, muy enferma, en mi gran bajón de 2013, me venían estas crisis muy seguido. El año pasado fueron menos (pero todavía numerosas) y este año fueron menos hasta ahora, pero estas últimas semanas estoy más inestable.

Estos episodios consisten en que yo tengo que salir para algún lugar. No tengo ni las más mínimas ganas… ¿o sí? Es una de las cosas más raras con que me toca lidiar en esto de tener depresión: quiero ir y no quiero. Los motivos por los que quiero ir suelen tener que ver con el sentimiento de deber cumplido, la lógica de estar estudiando X cosa por mi propia elección, y otras cosas que pueden variar según la clase en particular. Pero a la vez, la idea de salir me genera mucha angustia. Todo parece difícil: desde arreglarse hasta salir a la calle, caminar hasta el colectivo, pedir el boleto al chofer, llegar a clase, estar en clase (lo cual requiere de atención y esfuerzo), volver a casa… Si salgo ahora, no vuelvo a casa hasta las 10.30 am. Tres horas, ¡tres!, de andar por la calle y dentro de lugares, interactuando con el mundo. ¡Horror! No me siento capaz de hacerlo. Y así es como me quedé en casa.

Me sentí triste, claro. Muy triste. Perdí mis clases de flauta y piano. Son las clases que más me motivan. Toda la semana apunta a ellas; todo se trata de trabajar lo más posible con los instrumentos para poder aprovecharlas al máximo. Si yo tuviera que pagar por la educación que recibo en el conser, nunca podría pagarla. No podría pagar ni una sola de mis clases: simplemente no tengo el dinero. Se me da la enorme oportunidad y bendición de estudiar… y yo estoy acá, sentada en mi futón, a medio vestir, llorando delante de la tele. ¡Cómo quisiera estar sana, y poder estudiar muchísimo, dedicar un montón del mucho tiempo que tengo al estudio, y luego ir a clases feliz y orgullosa de lo que trabajé, y poder aprovecharlas! En vez de eso, mi pequeño, humilde, quizás patético objetivo es simplemente… estudiar media horita de cada instrumento por día y, lo más importante, no faltar a clases. Hoy no logré ni eso, ni siquiera mi pobre y diminuto objetivo. ¡Qué fracasada me siento! ¡Qué culpable, por haber desperdiciado mis clases!

A la vez… algo cambió en mí. Ya no es como en 2013. Ahora me comprendo un poco más; ahora sé que no es por vagancia. Sé que esto, esto que estoy haciendo ahora, esta situación, este miedo, no soy yo; sé que no es así mi personalidad. Sé que es la depresión y que, mientras yo pueda reconocerla, tengo chances de ganar.

Me levanto, me lavo la cara y me preparo un desayuno. Comienza el día.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Media semana complicada (14, 15 y 16 de septiembre)


Lunes

El lunes, pese al bello domingo que pasé, me levanté sin muchas ganas de ir a la clase de Audio. Finalmente, haciendo un esfuerzo, pude ir. Estuvo entretenida y novedosa. En el recreo almorcé una tarta de calabaza, ricota y verdura. Bien ahí, comí vegetales!! ;) De vuelta a casa quise sacar el boleto estudiantil, pero no había sistema. En el subte venía muy cansada. Mi plan era estudiar algún instrumento antes de ir a terapia, pero en vez de eso me puse a boludear en la compu.

Cuando volví de terapia estaba cansada y con un humor de perros. Mi novio llegó de trabajar y también se enchivó porque yo estaba mala onda. Le conté todas las pálidas del día, que ahora mismo no recuerdo cuáles eran. Tampoco recuerdo nada del resto de la tarde, sólo que no estudié ningún instrumento.


Martes

Llegó el martes: clase de Educación Vocal por la mañana. Tengo un temita importante con esa clase: no logro sacar la voz, entonces vocalizo mal, me duele y me angustia el fracaso. Yo ya pude sacar la voz alguna vez en mi vida, y sé cómo se siente. Se siente genial, básicamente. Pero este año sólo me pasó una vez. Ahora no puedo hacerlo. Hace un buen par de semanas que estoy muy tensa y contracturada, y eso me hace doler el cuerpo cuando toco, principalmente la flauta. También siento que mi capacidad de aire, en vez de avanzar, retrocedió.

De todos modos junté coraje y fui a clase. En esta clase hay un montón de gente copada. Grupo chico, hubo bastante deserción. A la salida siempre nos quedamos todos en la calle charlando un ratito. Está re bueno socializar. Guau, no puedo creer que esté diciendo esto.

Después fui a clase de ruso, o sea que pese al desgano pude ir a mis dos clases del día =)

La tarde en casa fue mala, porque no pude juntar voluntad para estudiar nada de nada. Pero la noche... la noche fue una pesadilla. Me vino una gran angustia y malos recuerdos del pasado. Me puse a llorar copiosamente. Eran las 10 de la noche y yo quería bañarme antes de dormir. Me sentía muy sucia del andar del día. De veras mi cuerpo deseaba el agua calentita y el jabón. Deseaba limpieza. Yo quería bañarme. Pero no podía sacarme ni la ropa. Estaba muy angustiada y me sentía como amenazada y tensa. Por supuesto, no había ninguna amenaza a la vista; sólo estaba mi Ruludo tratando de ayudarme como pudiera. Yo lloraba casi a gritos.




Se necesitó una gran fuerza de voluntad para sacarme la ropa. Cada prenda que me iba sacando, paraba unos segundos para llorar. Viendo tanta dificultad, mi novio intentó que pospusiera el baño y me metiera en la cama hasta sentirme mejor. No quise. Yo quería bañarme. Tenía derecho a bañarme. Y esta enfermedad de mierda no me iba a quitar ese derecho. Con gran esfuerzo me saqué la última prenda. Mientras lo hacía, me sentía como los héroes de las películas cuando logran hazañas importantes, tan valiente necesitaba ser. Por fin, casi desnuda, excepto la ropa interior de abajo que no pude sacarme, con gran ayuda de mi Ruludo y llorando a gritos a cada paso, logré entrar en la ducha.

Ah, el agua calentita. Qué bien se sentía! Sonreí, la disfruté. Tanto había deseado el agua! En un minuto dejé de llorar. Los recuerdos malos se fueron lavando de a poquito con el agua. Se fueron por la cañería. Salí mucho mejor de mi baño, feliz de estar limpia. Qué alivio!

Me fui a dormir inmediatamente. Ya tenía planeado no ir al día siguiente a clases. Estando tan inestable, tengo miedo de que me agarre una crisis de angustia en plena clase o en la calle. Pero no estaba muy segura, porque, por supuesto, quería ir a clases! Quería sentirme bien y poder ir. Pensé: "Veamos cómo me levanto mañana". La noche fue un bajón: dormí re mal. Me despertaba a cada rato, estaba muerta de hambre (había comido por última vez a las 4 pm) y para colmo me dolían mucho los codos. En la mitad de la noche tuvo que levantarse el Ruludo a traerme la almohadilla eléctrica. Algo ayudó. Pero pasé una noche de perros.

Miércoles

Al día siguiente no estaba en condiciones de salir, aunque lo consideré. A las 7 am le pedí a Rulos un mate cocido, que tomé con dos churros, y él me ofreció quedarse en casa, faltando al trabajo. A veces hace eso cuando el día anterior yo estuve muy mal, al día siguiente se queda en casa.

Pasé un día normal, ni muy positivo ni muy negativo. Por la tarde estuve con el piano. 15 minutos que me parecieron eternos. Terminé llorando. No me pregunten por qué. Angustia. Falta de paciencia con mis errores. Deseo de estar sana y estudiar. Descansé. Más tarde, mientras Rulos se bañaba, yo quería tocar la flauta, pero estaba confinada al comedor. Por algún motivo tenía en la cabeza el "Apocalipsis en 9/8" de Genesis. Puse la canción y me puse a sacar lo más básico: lo que hacen la guitarra y el bajo. Mi-Mi-Fa#-Mi-Si-Mi-Mi-Mi-Fa#, repetir durante 5 minutos, luego bajar y hacer el mismo dibujito en la tonalidad vecina. En una parte entra la flauta y toca las mismas notas acompañando al resto. Me divertí un buen rato tocando con la música! Cuando salió mi Ruludo del baño le mostré orgullosa mi trabajito.

Un perro tocando la flauta.
Interpreten esto como quieran...

Después de bañarme pude tocar la flauta unos 30 minutos con interrupciones. Sólo escalas, nada de ejercicios del libro ni obras. Peor es nada.

[Es tarde, quiero comer e irme a dormir. He escrito un testamento sobre mi semana. Qué egocéntrica! Ni que a alguien le importara.]

Los ravioles de verdura están buenos.

Domingo soleado

[Escrito el lunes 14/09/15]

Hace mucho que no escribo en el blog. Esto es porque quiero empezar a incluir posts que sean de información, como era mi idea original, y todavía no me pongo a recopilar información y a buscar artículos. No quiero que este blog sea un espacio pura y exclusivamente catártico. Escribir durante mis malos ratos y compartir los buenos me hace bien a mí misma, pero quiero que esos relatos tengan la finalidad de que los que no tienen depresión puedan ver cómo es el día a día de alguien que sí tiene. Quiero que tengan un propósito, que ayuden al que quiera saber cómo es la cosa por dentro. A lo mejor algún día viene alguien por acá, que tiene a un ser querido con depresión, y quiere saber cómo es la cosa, cómo se siente esa persona, para poder ayudarla mejor, o simplemente comprenderla, o al menos, mínimamente, saber qué NO decir, para no hacerla sentir peor. Mi experiencia no es exactamente igual a la de todas las personas con depresión. Pero está bueno conocer las experiencias de otros. A mí, por ejemplo, me sirvió leer los relatos de otras personas y ver cuántas cosas que a ellos les pasaban me pasaban a mí también. Me ayudó a entenderme. Es muy feo que te pasen cosas y no entender por qué, qué carajo es lo que está mal con vos para sentirte así. La educación y la comunicación hacen una diferencia inmensa.

Ayer, domingo, tuve un día exitoso. Aunque me levanté tarde, pude hacer mis 30 minutos de cada instrumento. A las pocas horas de levantarme empezó a dar el sol en mi habitación. Cuando pasa eso, a veces dejo todo lo que estoy haciendo y me tiro al solcito. Me hace mucho bien. Esta vez decidí agarrar la flauta como compañía, y el celular para cuando me cansara. Me puse a tocar escalitas y chatear con una compañera cuando me cansaba de tocar. Me sentía contenta: el sol me pone de buen humor, sobre todo cuando puedo sentarme a disfrutarlo. Eso es ahora que estoy mejor; antes no podía disfrutarlo. Una de las características típicas de la depresión es que de a poquito dejás de disfrutar de las cosas que te gustan. Simplemente ya no te traen la alegría o el placer de antes. Es muy triste sentir que aquello que te hacía feliz ya no lo hace. Podés llegar a pensar que te dejó de gustar, y eso te da tristeza. En realidad no es eso, sino que es la depresión la que te impide disfrutarlo. No sé cómo funciona, pero es lo que pasa. Por eso no me doy por vencida con el aprendizaje de los instrumentos, aunque parezca que sufro mucho estudiando. Sé que sufriría más si los abandono. Lo sé por experiencia.

Volviendo al tema del sol, recuerdo claramente un día en 2013 (¿o sería a principios de 2014?) en el que yo estaba mirando por el balcón. Afuera se veía un día precioso! Los árboles al otro lado de la vía estaban llenos de flores, iluminados por el sol, y se balanceaban con el viento. Yo me sentí tan triste mirándolos como me hubiese sentido de contenta en otros tiempos. Eran tan hermosos! Me puse a llorar, porque veía un día tan hermoso y no podía disfrutarlo. Sentía una tristeza que no parecía tener motivo, y era tan grande que ni siquiera un día tan hermoso lograba distraerme. Pensé: "Antes me encantaban los días así y los disfrutaba muchísimo. Ahora los miro y esta tristeza no cede ni un poco."

Por suerte, ayer pude disfrutar del sol otra vez. El sol sale y yo me saco la ropa y me tiro en la cama, riendo feliz y gritando: "¡Sol, sol!". A mi novio le da ternura. Doy vueltas en el solcito. Es algo así como la felicidad.

Las sesiones de estudio de ayer quedaron para la noche, después de una rica merienda con chipá. Primero la flauta. Me puse a hacer la bendita melodía que tenía de tarea. Es difícil, pero muy hermosa! Avancé bastante. A mis oídos sale espantosa, pero al menos me alegró poder practicarla. Le dediqué más de media hora, con descansos en el medio.

Después el piano. Estos días estoy dedicada por completo a dos obras cortitas de Czerny (la 15 y la 18). Practiqué un montón y vi cómo mi memoria iba reteniendo ciertas partes. Me sentí contenta con el progreso y luego me regalé unas cuantas horas de trabajar en mi agenda. Es como un diario donde escribo lo que me pasó en el día, letras de canciones, etc. Me gusta pintarlo con colores y algunas hojas las imprimo en la compu. Puedo pasar horas haciendo eso, me encanta.

En resumen, un día muy positivo!! Sol, estudio y entretenimiento!! Quiero transmitirles que una persona con depresión no está necesariamente toooodo el día llorando. Quiero contarles sobre estos días buenos, así como escribo sobre mis malos ratos.