[Sigo con los escritos viejitos que encontré en mi compu. Éste es la continuación de este post de hace un par de días. Es el último de esa seguidilla de tres días.]
Son las 7 de la tarde cuando me siento a estudiar en el
piano por primera vez en el día. Ahora que lo escribo, suena bastante triste la
frase (debería haberme puesto a estudiar antes, mucho antes; ¿qué hice en todo
el día? Ah, cierto: boludear en internet, obvio), pero en el momento en que me
senté, estaba un poco contenta de por fin haberme podido sentado a estudiar.
No tengo sueño porque acabo de dormir una bella siesta de
casi una hora. Genial, el factor sueño
no será un tema, como ayer. Pongo la alarma a las 7:30. Mientras lo hago pienso
que no tengo que sentirme derrotada si no logro hacer la media hora de un tirón;
es una referencia, nada más.
Elijo otra vez a Schumann. Me concentro otra vez en tocar mezzoforte con la mano derecha y pianissimo con la izquierda, o al menos eso es lo que tengo que intentar. La mejoría es muuuy leve. Me cuesta mucho no golpear las teclas con la mano izquierda con bronca. Yerro notas por doquier, pero trato de que no me afecte. Estoy haciendo otra cosa ahora: estoy buscando tocar una mano más fuerte que la otra. No me estoy concentrando en notas, me digo a mí misma. Se me vienen a la mente espectadores, gente imaginaria diciéndome que estoy mal sentada, que lo que suena no tiene vida ni matices, etc. Trato de no prestarles atención. Creo que es la depresión, poniéndose máscaras de gente que no existe. Estoy trabajando la diferencia entre las dos manos, me repito a mí misma. No importan las pifiadas de dedos.
Elijo otra vez a Schumann. Me concentro otra vez en tocar mezzoforte con la mano derecha y pianissimo con la izquierda, o al menos eso es lo que tengo que intentar. La mejoría es muuuy leve. Me cuesta mucho no golpear las teclas con la mano izquierda con bronca. Yerro notas por doquier, pero trato de que no me afecte. Estoy haciendo otra cosa ahora: estoy buscando tocar una mano más fuerte que la otra. No me estoy concentrando en notas, me digo a mí misma. Se me vienen a la mente espectadores, gente imaginaria diciéndome que estoy mal sentada, que lo que suena no tiene vida ni matices, etc. Trato de no prestarles atención. Creo que es la depresión, poniéndose máscaras de gente que no existe. Estoy trabajando la diferencia entre las dos manos, me repito a mí misma. No importan las pifiadas de dedos.
Este asunto de estar imaginando cosas y callándolas y
recibiendo críticas propias y callándolas y tratando de sacarse todas las
pelotudeces de la cabeza y espantando pensamientos feos como si fueran
mosquitos… se puede hacer. Bah, al menos yo, en este momento, puedo hacerlo.
Pero tiene un costo: el cansancio. Cuando viene un pensamiento, lo espanto,
pero enseguida es reemplazado por el siguiente:
- Era Re.
- No importa.
(Sigo.)
- La mano izquierda muy fuerte.
- Bueno, la próxima frase saldrá mejor.
(Sigo.)
- Estás mal sentada.
(Lo corrijo; sigo.)
(Lo corrijo; sigo.)
- No, era Mi. Esta es la segunda vuelta.
(Sigo.)
- La mano derecha está tensa.
(La corrijo; sigo.)
Es como espantar un mosquito y que enseguida nomás venga
otro y lo espantes y viene otro y lo sacás y viene otro y lo echás y… tarde o
temprano vas a terminar podrida. Se pueden ignorar, se pueden espantar estos
pensamientos. Pero siempre vuelve otro y el hecho de tener que echarlos es un desgaste
energético. Y si no los echo, me viene el bajón por estar tocando tan, tan mal.
Tengo que echarlos (es decir, ignorarlos) porque si los escucho, me destruyen.
Unos 10 minutos después (los miro en el celu), cambio de
obra y voy con Czerny. La mano izquierda, perfecta. Cómoda y relajada, parece
estar contenta con lo que toca. La derecha, en cambio, no está contenta. Se la
ve tensa e incómoda. Miro las manos, las comparo. Pienso qué tiene una que le
falta a la otra. Con las manos quietas, comparo la posición, trato de ver qué
está mal con la derecha. Tanteo con una mano el peso de la otra. La derecha, no
me sorprende, está como reteniendo el peso. Empiezo a moverme en la silla y
trato de ver si estoy bien sentada. Todavía no encuentro mi postura cómoda para
tocar. ¿Estoy muy alta? ¿Muy baja? Aquí los brazos parecen cómodos, pero las
piernas no me llegan al piso… Corro la silla giratoria de oficina y la pata se
engancha con una alfombra pequeña que está en el camino. Nota mental: decirle
al Ruludo que la saque cuando venga. Pienso en sacarla yo ahora, pero no,
perdería tiempo. Sigo.
Para las 7:23, estoy agotada, y aparecen los primeros
síntomas de angustia. Elijo levantarme y venir a escribir y distraerme. Hice 20
minutos. Estoy conforme con haber hecho algo. Ahora cuando venga el Ruludo
vamos a merendar juntos. Me voy a tomar un rico mate cocido con un gran pedazo
de bizcochuelo, lleno de dulce de leche. Sonrío =)