Tengo 26 años y estudio música. Tengo depresión y a veces me preguntan cómo es eso. Acá planeo escribir sobre cómo es mi vida de estudiante, y compartir artículos que encuentre interesantes, para darles una idea de cómo es =)

jueves, 20 de agosto de 2015

Ratitos de estudio, Ep. 1: Flauta 19/08

Intento con las escalas y los arpegios y no hay forma de que salgan. Cada vez que la nota no sale, siento como un perro al que se le da un golpe para que no haga más algo. Refuerzo negativo. Así se siente. En vez de ver el error como algo útil para poder avanzar, lo siento como un castigo. No me dan ganas de volver a intentarlo, pero me obligo a intentarlo una y otra vez, hasta que me canso de los castigos. Entonces me tiro en la cama.


- No hay caso. No va a salir. Es inútil que lo intentes.
- Si sigo estudiando, tarde o temprano va a salir.
- Mentira. ¿Cuánto hace que estás con esta unidad?
- Justo hoy el profe me dijo que a los otros alumnos también les costaba esto mismo, y que si seguía dedicándole tiempo de estudio, sí o sí iba a salir tarde o temprano.
- Sí, claro… Eso aplica para los otros alumnos, los normales. Vos no podés: sos perezosa, no te gusta trabajar. Por eso nunca llegaste a nada en la vida.
- No soy perezosa. Estoy enferma. Eso es todo.
- Es al pedo. Mirate: tenés 26 años. Las carreras de música duran 10 o más.
- No importa.
- Sí que importa: imaginate si hubieras empezado a estudiar en la secundaria. O antes, como tu compañera. ¿Dónde estarías ahora? Perdiste el tiempo. Perdiste 15 años de tu vida.
- …
- Hace calorcito acá en la cama. Ahí hay una mantita. Tenés sueño, ¿no?
- …


Siento que sí, tengo sueño, la verdad. Siento que me falta un poco el aire… mi cuerpo no se siente dispuesto para tocar la flauta. Pienso en estar parada y leyendo la partitura, en contraste con la comodidad que siento ahora en la cama. No, no me siento bien…
Me levanto y sigo estudiando. Esta vez agarro los ejercicios de la página anterior, que son sin ligar. Me concentro y entre el esfuerzo de leer y tocar, ya no siento sueño y me olvido de los dolores. Las notas salen, la mayoría de las veces.


- ¡Qué feas suenan! Es un vómito escucharte. Son estridentes y feas.
- …
- Mejor cortalas, no hagas notas largas, así no tenés que escuchar ese sonido tan feo.


Corto las notas, porque no soporto escucharlas. Siempre que las toque yo, suenan feas. Entonces no practico notas largas. La mitad de las veces, el aire no me da para hacerlas. Las otras, las corto adrede para no tener que soportar la tortura de escucharme.

Aclaro que no, no soy Gollum: no escucho voces en mi cabeza, no de la forma tan definida que estoy escribiendo. Más bien son sucesiones de pensamientos. Pero sí: es como tener un monólogo interno bastante malvado, dispuesto a criticar con saña cualquier cosa que yo haga, y que se esfuerza al máximo para absorberme todo asomo de motivación, de voluntad, de cariño o respeto por mí misma. (Al escribir “respeto por mí misma”, siento por un segundo que estoy siendo soberbia, engreída. Como si el respeto propio fuese demasiado para mí, como si no lo mereciera, como si no odiarme equivaliera directamente a ser egocéntrica y agrandada. Me doy cuenta de que es la voz de la depresión hablando, y le digo que se vaya al carajo y escribo: “respeto por mí misma”. Tomá, forra.)

Quitando lo mal que toco, estos ejercicios no salen tan mal. Por lo menos las notas salen. Cada tanto se cae alguna, pero ya no como antes. Hasta salen el Si y Do agudos. Esto me sorprende gratamente. Me pongo contenta. Mi expresión cambia, de cara de culo a una cara más normal. Casi siento una pizca de optimismo en mis ojos.

Pasó la media hora. En el día de hoy estudié media hora de flauta. Mi objetivo está cumplido. Estoy cansada, pero satisfecha. 

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